Un guión para el futuro del movimiento sindical

abril-mayo de 2010 | página 4

PETER RACHLEFF, autor de Hard-Pressed in the Heartland: The Hormel Strike and the Future of the Labor Movement, reporta sobre la exitosa campaña por un contrato colectivo de conserjes en Minneapolis.

LA "GRAN Recesión", la crisis más severa desde la Gran Depresión de los 1930s, ha revelado la inseguridad que los trabajadores enfrentan.

Después de 40 años de políticas y prácticas neoliberales-- incluyendo el mercado libre, la exportación de capital y trabajos, la renegociación de contratos, la desregulación laboral, la privatización y la reducción del gasto social por parte del gobierno-- muchos americanos se han quedado sin o con muy poca protección.

Millones han perdido su trabajo, su vivienda, sus ahorros y su seguro de salud. Con la caída de la bolsa de valores, los trabajadores han perdido sus fondos de pensiones y ahorros para la educación de sus hijos. Sólo en Minnesota, 50.000 familias han perdido sus casas durante los años 2008 y 2009, y 500,000 individuos perdieron su seguro de salud .

Mientras los trabajadores y sus familias han sobrellevado el peso de la Gran Recesión sobre sus espaldas, las grandes instituciones financieras de Wall Street y sus ejecutivos, en gran parte, han podido eludir las consecuencias de sus desastrosas acciones. El neoliberalismo ha dejado a la mayoría de los americanos vulnerables, mientras a los ricos los ha hecho más ricos.

Entre los años 1979 y 2005, el ingreso medio neto del 1 por ciento más acaudalado de la población aumentó un 176 por ciento, mientras el ingreso de la mitad más pobre creció menos del 10 por ciento. En 1970, el ingreso promedio de un jefe-ejecutivo era 40 veces más que el ingreso de un trabajador; hoy es casi 400 veces mayor.

Mientras el cielo creció, el piso bajó. Por ejemplo, el hecho valor real del salario mínimo ha caído un 35 por ciento. Un estudio reciente señala que de 2 a 3 millones de trabajadores en EE.UU. recibe menos que el salario mínimo requerido por ley, y que otros 3 millones son clasificados por sus patrones como "contratistas independientes", y por lo tanto negados de sus derechos, beneficios y el pago de horas extra.

¿El resultado? Por año, unos $19 miles de millones de debieran llegar a manos de los trabajadores permanece en manos de los empresarios; una suma mayor que cualquier otro tipo de hurto en EE.UU.

Pero la desigualdad de ingresos parece insignificante cuando se le compara a la desigualdad de acumulación de riquezas. El 10 por ciento en el tope de la pirámide es dueña de 80 por ciento de toda la riqueza en EE.UU., con el 1 por ciento de los más ricos acumulando un 38 por ciento de toda la riqueza. El otro 90 por ciento de la población comparte 20 por ciento de la riqueza, pero al mismo tiempo cargan el 73 por ciento de las deudas.

La debilidad de los sindicatos ha sido ambos, causa y efecto de la puesta en práctica de estas políticas, y hasta hace poco, ha habido muy poca esperanza de que esto cambie.

Por mucho tiempo, los trabajadores americanos se han organizado en sindicatos para luchar por mejores salarios, defender sus condiciones de trabajo, sus beneficios y pensiones. La aplicación por parte del gobierno federal de políticas económicas keynesianas desde los años treinta proveyó el contexto en cual la lucha los trabajadores encontró importantes logros.

La expansión de la demanda trajo crecimiento económico. Por dos generaciones, muchos trabajadores pudieron comprar carros y casa, mandar a sus hijos a la universidad y disfrutar un genuino retiro. Pero las políticas neoliberales implementadas en los ochenta menoscabaron la seguridad y estabilidad previamente ganadas.

Estas políticas fueron acompañadas por un virulento espíritu anti-sindicalista el cual muchos sindicatos no estaban preparados para enfrentar. El porcentaje de la fuerza laboral organizada disminuyó de un 30 por ciento en 1950 a un 20 por ciento en 1980, a sólo 10 por ciento para comienzos de este siglo, y la habilidad de los sindicatos para defender los salarios, beneficios, condiciones y reglas laborales, y derechos laborales en general, desapareció.

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PERO JUSTO cuando creíamos que era tiempo de escribir el obituario del movimiento laboral, 4,000 conserjes que forman parte del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU) Local 26, la mayoría de los cuales son inmigrantes y personas de color, demostraron que aún es posible rescribir el futuro del sindicalismo americano.

¡Ha warkanaa! (¡Sí se puede! en somalí) demostró la agresiva y creativa campaña que el sindicato organizó. Por tres años el sindicato educó, organizó y movilizó su base; desarrollando líderes dentro de sus filas, construyendo alianzas con la comunidad inmigrante y grupos ambientalistas, y finalmente solicitando el apoyo de otros sindicatos y líderes electos.

Durante la campaña, los trabajadores y sus aliados marcharon por el centro de la ciudad y en el mall, e interrumpieron reuniones de los banqueros. Presionaron a los dueños de los edificios donde trabajaban --bancos, casas aseguradoras, etc-- para que proveyeran los recursos que suplieran para sus salarios y beneficios.

El sindicato insistió que estas instituciones --nuestro "Wall Street" local--no debieran poner el peso de la Gran Recesión sobre los hombros de los pobres y de la clase obrera. Además, dejaron claro que después de varias semanas de trabajar sin contratos, los trabajadores irían en huelga el 1 de marzo.

Además, la campaña resaltó la situación de una de los conserjes, una inmigrante mexicana quien fuera despedida después de que el banco cambiara su contrato de limpieza, después de lo cual su casa resultó expropiada por otro banco.

Cuando una organización de empresarios locales organizó un evento para nombrar al presidente ejecutivo de ese banco "El Hombre del Año", el sindicato organizó a sus miembros para darle una congratulación distinta.

Repentinamente, el banco anunció su voluntad de renegociar la hipoteca. Al anunciar esta pequeña victoria, el presidente del sindicato, Javier Morillo, le recordó al público: "Esto no es sólo acerca de Rosalina y su familia. Se trata de todos nosotros."

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LUERGO DE unas 23 horas de negociaciones el 27 y 28 de febrero, la Minneapolis-St. Paul Contract Cleaners Association redactó un acuerdo con la Local 26. Los términos negociados en el contrato haran una gran diferencia en las vidas de las mujeres y los hombres que forman parte del sindicato.

Entre los logros de esta victoria obrera se encuentra: Los conserjes no perderán su empleo si el dueño del edificio cambia de contratista (como le pasó a Rosalina); la jornada de 6 horas aumentará a 7 en el plazo de un año y 8 el año siguiente, permitiendo a los conserjes hacer 38 por ciento más de ingresos para sus familias; todos los conserjes recibirán un aumento que aunque pequeño (a 25 centavos la hora el primer año y 10 centavos la hora el segundo y tercer año) es muy diferente al recorte salarial de $5 por hora con que la administración comenzó pidiendo en la negociación del contrato colectivo.

El seguro de salud está siendo reorganizado para que todos los trabajadores tengan acceso a un plan común, con una reducción de las primas y una menor contribución por parte de los trabajadores. La administración también acordó el uso de productos de limpieza que no denigren el medio ambiente cuando sea posible y acordó colaborar con un comité bipartito entre la gerencia y los trabajadores para establecer un proceso de transición de muchos trabajos nocturnos al día.

El éxito del Local 26 se debió a su habilidad de hacer de su lucha una lucha de "todos nosotros".

El sindicato adoptó una perspectiva que no sólo atrajo a su diversa base, sino que también habló en nombre de la diversa clase obrera que es víctima del neoliberalismo y la "Gran Recesión": por los 1,200 miembros de su sindicato despedidos el pasado verano por no tener los documentos de inmigración; por los nuevos empleados que reemplazaron a los despedidos y que fueron engañados por el patrón cuando éste les extendió ilegalmente del periodo de probatoria; por los mecánicos de Northwest Airlines cuyos empleos fueron exportados a Hong Kong y Singapur en 2006; por los nuevos empleados en la planta de Ford en St. Paul que están recibiendo la mitad del sueldo de los trabajadores anteriores; por las víctimas de las actividades fraudulentas de los bancos en Twin Cities; y por los que han visto su acceso a un seguro de salud amenazado por el gobernador Tim Pawlenty.

El "todos nosotros" del Local 26 incluye a activista y víctimas-- a esos que les importa el medio ambiente, la justicia económica y los que buscan un la legalización de los inmigrantes indocumentados. Es una gran carpa, y dentro de esta carpa se está escribiendo un nuevo guión para el movimiento laboral estadounidense.

Este artículo fue publicado originalmente en Portside. Traducido por Héctor Tarrido-Picart

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