Vampiros corporativos...
Chupan la sangre a los enfermos

agosto-septiembre de 2007 | página 1

NANCY WELCH examina las causas de la crisis de los servicios de salud expuestas por Michael Moore en su documental Sicko.

A LA misma vez que la película Sicko, de Micahel Moore, se estrenaba en los teatros, la creciente crisis de los servicios médicos se aproxima a su punto de ebullición.

El número de estadounidenses medico indigentes subió de 40 millones en 2000 a cerca de 50 millones en la actualidad. Además, los analistas estiman que una quinta parte de la población que sí está cubierta por seguros médicos no tiene la cobertura necesaria para costear una condición crónica o una enfermedad catastrófica, según la Káiser Family Foundation.

Es decir, que por cada senador de EEUU que goza de cobertura total de servicios de salud provista por el gobierno hay un millón de estadounidenses que no tiene ninguna cobertura o casi nada.

Un total de 27 corporaciones clasificadas como proveedoras de servicios médicos y como compañías farmacéuticas se encuentran en la lista de las Fortune 500, que agrupa a las corporaciones mas grandes de EEUU, con ganancias en conjunto de más de $600 mil millones.

Y eso sin contar a las mega-corporaciones como General Electric, que reporta compañías de equipo de diagnóstico médico y de sistemas de administración de finanzas médicas entre sus muchas subsidiarias--o a las gigantes de la industria de seguros tal como Prudential y Metlife, que mercadean suplementos al sistema Medicare (para los envejecientes retirados) y seguros por incapacidad entre sus varios "productos".

La verdad acerca de los servicios de salud en EEUU la mayoría de las personas la saben muy bien: Este sistema no es "el mejor del mundo", con la "medicina privada" que alienta "la innovación y el cambio", según George Bush se jactó en una reunión de la Asociación Americana de Hospitales.

En vez de eso, innovando nuevas maneras de racionar los servicios y aupar sus ganancias, este sistema enfermo causa 18,000 muertes innecesarias anuales. Y eso es apenas el número de víctimas anuales en EE.UU. que son médico indigentes. El nuevo documental de Moore relata las historias de millones más cuyos seguros de salud no garantizan servicios adecuados y económicos.

Presenta el caso de una mujer a quien le negaron el tratamiento para su niño enfermo en una sala de emergencia de Los Angeles fuera de la red cubierta por su seguro tipo HMO. Pocas horas después, rumbo a un hospital aprobado por el HMO, el bebé murió.

Una mujer de Kansas City recuenta la batalla perpetua que ella libraba para conseguir que los aseguradores cubrieran las medicinas para el cáncer del riñón de su marido--y su renuencia para aprobar un trasplante de médula ósea que quizás le hubiera salvado la vida.

Una pareja, ambos de unos 50 años, que enfrentaba cáncer y problemas del corazón es forzada a vender su hogar y mudarse al sótano de su hija cuando las cuentas no cubiertas por su HMO se acumulaban más rápidamente que lo que ellos podían pagar.

Tales historias de Sicko no son el resultado de unas pocas "manzanas podridas" entre las compañías de seguros y las cadenas corporativas de hospitales. De hecho, una cámara de vigilancia grabó a pacientes desorientados conducidos en manada de un hospital de la Universidad del Sur de California a un refugio de deambulantes cuando la cobertura de su seguro se acabó.

Hasta el usualmente grosero escritor de la revista Time, Richard Corliss, concede que "los HMO y las compañías farmacéuticas han ganado miles de millones mientras los estadounidenses tienen servicios médicos por debajo del estándar de otros países industrializados, y pagan más para ellos".

Sicko impacta fenomenalmente--si hasta el noticiero Fox lo ha alabado como "brillante" --porque, como el periódico Independient de Londres lo pone, "Todos en Estados Unidos tienen una historia de horror sobre sus servicios médicos que contar o conocen a alguien que la ha padecido".

Sin embargo Moore aparentemente derrocha parte de esa potencia, contrastando la asistencia médica para ciudadanos de EEUU con la de los presos de Guantánamo. Su infructuosa visita a este infame gulag pudo haber sido usada para enfatizar que Estados Unidos es el líder, no en servicios médicos, sino en prisiones; pudo haber transformado la emoción en solidaridad y lucha contra las prioridades corruptas de Washington.

No obstante, los comentaristas sugieren que los espectadores tomarán de las escenas de pacientes estadounidenses bienvenidos a un hospital de La Habana una lección sincera: "Una isla caribeña pobre, independientemente de su ideología, puede proporcionar asistencia médica para todos, mientras que nosotros no lo hacemos", escribío en la revista Salon Andrew O’Hehir. "La única conclusión posible es que nuestra sociedad ha escogido no hacerlo".

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¿PERO COMO se hizo esta "selección"? --dejando a EEUU como la única entre 40 naciones industrializadas que no provee cobertura universal.

Sicko apunta hacia 1971, cuando Richard Nixon especuló acerca de la bendición que la industria de la salud podría ser para el sector de seguros porque "mientras menos le den, más ganan". Los años setenta fueron verdaderamente un punto decisivo. Enfrentando una competencia global intensificada y ganancias declinantes, el capitalismo de EEUU buscó nuevos mercados, recurriendo a los recursos y a los servicios como los de asistencia médica, que hasta entonces habían estado en gran parte fuera del reino de las ganancias.

Después de Nixon, la industria médica corporativa ha tenido a muchos más políticos que agradecer por su bonanza de más de 30 años. En los años ochenta, el Congreso repartió regalos bipartitos con las leyes de Hatch-Waxman y Bayh-Dole, que permitieron que las compañías farmacéuticas reclamaran patentes de medicinas creadas con fondos federales, excluyendo la competencia de medicinas genéricas que son más baratas.

Esto es la realidad de la medicina del "mercado libre" de EEUU: Gastando apenas un vellón en la investigación y protegidas de la competencia, las grandes farmacéuticas se apropian de las drogas desarrolladas en el laboratorio federal NIH y en laboratorios universitarios, y cosechan recompensas colosales.

A comienzos de los años ochenta, Wyeth era la única compañía farmacéutica en la lista de las Fortune 100, apenas la número 99. Hoy hay cuatro farmacéuticas en las primeras 100, y dos más a punto de entrar.

Pero fue en los años noventa cuando realmente el sueño de Nixon se cumplió. Después de abandonar una tentativa de implementar la promesa de 40 años del Partido Demócrata de un programa de salud nacional, Bill Clinton le dio la luz verde a los HMO con fines de lucro, que ayudó a completar la dominación corporativa de los servicios médicos en EEUU.

El resultado ha sido una crisis de gran escala, hecho en Washington para Wall Street. Según un empleado del sector de seguros explica en Sicko: "Usted no se resbala por entre las grietas. Ellos hicieron la grieta y lo barren hacia ella".

Mientras muchos críticos concuerdan extensamente que Sicko presenta un caso convincente contra servicios médicos con fines de lucro, algunos, como Richard Corliss de Time, se quejan que Moore no presenta el costo de un programa de salud universal, administrado por gobierno (con un solo deudor, “single payer”). A pesar de todas sus virtudes, Corliss insinúa que el programa universal podría terminar siendo demasiado costoso.

Al contrario, los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico demuestran que los países con programas de salud universal, tal como Francia, Alemania, y Canadá, gastan por lo menos una cuarta parte menos de su producto interno bruto --entre 8 y 11 por ciento -- en la asistencia médica para mantener virtualmente a toda su población cubierta.

En contraste, EEUU gasta 16 por ciento de su PIB --más de $2 trillones todos los años--al fracasar en asegurar o asegurar adecuadamente a 35 por ciento o más de su población.

¿Adónde va ese dinero? Para empezar, a ganancias--especialmente ganancias hechas recortando servicios y mercadeando estilos de vidas. Por ejemplo el Grupo de UnitedHealth (número 21 en la lista de Fortune) se benefició de un aumento en sus ganancias de sobre 26 por ciento el año pasado, mientras también enfrentaba cargos criminales como raqueteros por negar rutinariamente los reclamos de los pacientes que cubría.

Pfizer (39 en la Fortune 500) vio su ingresos aumentar de igual forma, un 139 por ciento. Pfizer no se hace rica inventando los drogas necesarias para la malaria o la tuberculosis. En vez de eso, empuja la Viagra.

Parte de cada dólar gastado en servicios médicos le llega también a los candidatos de los Partidos Republicano y Demócrata, y a las organizaciones de cabildeo -- para mantenerlos en el lado corporativo de la asistencia médica.

Los resultados son obvios. En 2003, el Congreso pudo haber mejorado el Medicare tradicional para incluir medicinas, por las que el gobierno hubiera podido negociar un precio razonable.

En vez de eso, la ley de 2003 para la Modernización del Medicare no le pone freno a los altos precios que las compañías farmacéuticas cobran por sus drogas. Lo que hizo fue darle un pedazo de ese programa a las aseguradoras con fines de lucro--que de acuerdo a dos estudios recientes, cobran de 11 a 19 por ciento más que el Medicare tradicional por los mismos servicios.

Ahora la asociación de envejecientes, la AARP, también quiere ser parte de este negocio lucrativo, anunciando en abril que se unirá con UnitedHealth y Aetna para convertirse en el proveedor más grande de la nación de seguros privados para recipientes de Medicare.

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TODAS ESTAS ganancias ocurren con un alto costo burocrático. Un estudio de 2005 de Health Affairs encontró que sólo 66 centavos de cada dólar gastado en asistencia médica en el sector privado son usados para cuidado médico. Otros 21 centavos se derrochan en papeleo para facturas --el precio para extraer ganancias.

Comparemos esto con el poder adquisitivo de cada dólar del programa público Medicare: 97 centavos para el cuidado de los enfermos y sólo 3 centavos para gastos burocráticos. Según la organización Médicos para un Programa Nacional de la Salud (MPNS), nosotros podríamos cambiar a un programa como el Medicare, abandonar nuestro sistema actual con 1,500 planes de seguros-- cada con su propio mercadeo, primas, el papeleo y ejecutivos avaros --y ahorrar $150 mil millones en gastos burocráticos cada año.

¿Cuándo David Himmelstein, de MPNS, se reunió con Hillary Clinton a principio de los años noventa para defender las economías de un programa nacional, Clinton alegadamente contestó, "Usted hace un caso convincente, pero dónde está el poder para hacer eso?” Cuando Himmelstein respondió "que tal si el presidente de Estados Unidos dirige una cruzada del pueblo estadounidense?”, Clinton contestó preguntado burlonamente "por algo real".

Pero fuerzas de base reales han comenzado a formarse para construir esta crítica cruzada. Grupos de apoyo como Healthcare-Now le han pedido a los activistas que repartan boletines en las afueras de los teatros donde se presenta Sicko para que los espectadores puedan canalizar su ira y las ideas expuestas por la película organizando paneles, vistas y demostraciones.

En Hartford, Connecticut., los activistas no esperaron a que llegara Sicko a sus teatros. Veintidós personas, muchas pertenecientes a sindicatos locales, fueron arrestadas a principios de junio cuando se negaron a moverse de una ocupación del capitolio del estado reclamando un programa médico universal.

"Este tipo de conducta fue disruptivo contra el proceso legislativo", dijo regañonamente el jefe de la Policía del Capitolio, Michael J. Fallon. Pero si Sicko ayuda a inspirar muchas más de estas interrupciones, pudiera ser precisamente lo que recetó el doctor.

Traducción por Héctor Reyes

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